Procedentes de Almería, Murcia y Alicante, tres motoristas con sus respectivas TX convergimos en este punto en un soleado día primaveral que, más que primaveral, parecía veraniego, con temperaturas de alrededor de 25º que, apuesto, serían bastante más al sol de mediodía, a tenor de los calores y falta de hidratación. A Diego Bretones, ya lo conocía del anterior encuentro en Calabardina, a lo que cabe añadir el placer de haber conocido ahora a Fran.
Tras unos centenares de kilómetros, del encuentro y la animada charla sobre nuestra pasión, nos dirigimos a las baterías, desde la Azohia, por la RM-E23 hacia el emplazamiento de las mismas, por una carretera tan sinuosa, estrecha y variable como bonita. Todo un paraíso para disfrutar a poca velocidad y con poco tráfico.
Las baterías constan de dos emplazamientos, con dos cañones de procedencia británica Vickers, de 381 mm (15 pulgadas) similares a los que llevaban los grandes acorazados de la 2ª Guerra Mundial. Estas baterías estaban asistidas por toda una infraestructura de acuartelamientos con almacenes, estaciones de dirección de tiro, de observación, polvorines, dormitorios y otras edificaciones, la mayoría, excavadas bajo tierra.
Triunvirato de TX's en Cabo Tiñoso
Realmente impresiona situarse junto a una de esas imponentes moles de acero -ahora en reposo perpetuo- y pensar lo que debían ser cuando cobraban vida. Un frenesí de destrucción y muerte capaz de lanzar proyectiles de 885 Kilogramos hasta 35.000 metros de distancia.
Su construcción data de los años 20, en le dictadura de Primo de Rivera, y salvo en la Guerra Civil, en la que realizaron una descarga, nunca llegaron a entrar en combate. Totalmente superadas y obsoletas con el auge de la aviación, tras la Segunda Guerra Mundial, continuaron operativas hasta que fueron definitivamente desmanteladas y reconfiguradas para la visita turística en los años 90.
Tras la visita de las baterías, recuperamos fuerzas en la cercana y bonita población de La Azohia, con platos típicos de la zona y disfrutando de las cosas por las que merece la pena vivir: viajar, montar en moto, la buena compañía y comer bien.
En mi caso, fueron 315 kilómetros en total, con un consumo medio de 3,10 litros/100 la mayoría, por carreteras secundarias y terciarias en las que disfruté como pocas veces de todas estas pequeñas cosas que te hacen sentir vivo.
Punto de encuentro, cerca de La Azohia
La Bahía de Cartagena, vista desde la pequeña
península de Cabo Tiñoso
Motos y pilotos, poco antes de llegar a las baterías
Las tres TX's en el punto de parada del aparcamiento
de los acuartelamientos de Castillitos.
Esta edificación solitaria, cuya función desconozco,
me llamó la atención
Vista parcial de los acantilados que rodean el
emplazamiento de las baterías
Cercano a la entrada de los acuartelamientos, esta
letrina cuenta con una ubicación envidiable.
Entrada a los acuarelamientos de Castillitos.
El hierro y el acero abundan tanto fuera como dentro
de las instalaciones
Muy desfigurados por su reconfiguración turística,
aún así impresionan las casamatas Vickers de 15 pulgadas
Vista exterior completa de casamata y cañón Vickers
Boca de salida del segundo emplazamiento, mirando
hacia el suroeste.
Primer plano del tubo del cañón mirando hacia el mar.
Corte de sección en vertical de la disposición interna
de un emplazamiento Vickers 381.
El proyectil de 885 Kg. tenía un alcance máximo
efectivo de 35.000 metros.
Y después de tanto hierro y acero, necesitábamos
algo más digestivo: un arroz caldero típico de la zona.
Motos y pilotos, tras repostar combustible y recuperar
fuerzas para continuar la ruta.
Ya, de regreso, las tres sombras de los tres pilotos
se proyectan sobre las tres motos con el sol del atardecer.
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