Nunca tuvimos una relación especialmente fluida, es más, en ciertos momentos fue tensa y variable, pero eso no quita que tuviéramos la misma sangre, y que, en el fondo, el sentimiento de unión y pertenencia fuera vivo, a pesar de la distancia física de los últimos años. Los pocos momentos en los que era ÉL, los viví y los disfruté intensamente, eran sumamente reconfortantes. Yo era el pequeño, el inexperto, el que debía aprender de ÉL. Lo admiraba, quería ser como ÉL, pero yo ni podía, ni sabía. Su camino se torció por culpa de "el problema", aunque me costó entenderlo. Yo era "el bueno" y fui por el de la moderación y la sencillez, refugiándome en mi, en una aparente insensibilidad, y en la capacidad de intentar ser autosuficiente y resistente a los golpes de la vida. Conforme pasaban los años se entremezclaban los sentimientos de rabia, amor, odio y tristeza infinita, pero hay cosas que uno no puede cambiar. Una vez más, se suele aprender más de los errores, pero cuando ya los has cometido, y solo tenemos una vida. Por ello, lamento profundamente no haber sido capaz de disfrutar más de esos momentos, y que estos fueran más frecuentes...
Dicen que decía Isabel Allende: "La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo...". Vaya desde aquí este pequeño homenaje para ti, HERMANO, allá donde estés, que sepas que siempre te tuve dentro de mi, que siempre te he querido y te querré, a pesar de las diferencias, más propias de "el problema", que del carácter y de esa máscara de insensibilidad que nos caracteriza.
Hasta siempre HERMANO, y que encuentres la paz que no tuviste aquí...