Viernes, 13 de junio de 2025. La familia no siempre es refugio.
La familia puede ser refugio, pero también puede ser cárcel emocional. Nos enseñan a idealizarla, a justificar todo “porque es tu mamá”, “porque es tu papá”, “porque es tu sangre, tu familia”. Pero el estoico sabe: el verdadero deber es con la virtud, no con la costumbre.
¿Qué es más sano: mantener el lazo o proteger tu mente?
La psicología lo confirma: los vínculos familiares tóxicos pueden dejar heridas más profundas que cualquier batalla externa. Crecemos buscando aprobación, cargando culpas que no elegimos, repitiendo patrones que no entendemos. Y cuando despertamos, nos duele más ver que el enemigo no estaba afuera, sino en la mesa del comedor.
Pero el estoico no odia. Observa. Acepta. Actúa.
No se trata de cortar, se trata de comprender: tú no eres responsable de sus traumas, ni de curarlos. Tu paz interior no necesita permiso, ni apellidos. Lo que sí necesita es coraje: para poner límites, para sanar sin ruido, para amar sin aferrarse.
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